Los descendientes locales de esas comunidades aborígenes se sumaron a distintos ritos en varios rincones de la Argentina. La necesidad de continuar la tradición y mantener la identidad, unidas al agradecimiento eterno a la tierra. Los beneficios de la caña y la ruda, según los guaraníes. La Pachamama o Madre Tierra es nutriente de la fecundidad de los campos y dueña de las cosechas, rectora de las estaciones y proveedora de vida. Y el culto a ella constituye un resabio de la mitología incaica en varias comunidades indígenas del noroeste argentino y en las zonas andinas sudamericanas. Ayer fue su día, (1-8-07) y las reverencias se diseminaron por todo el territorio nacional, incluyendo La Plata y la comunidad quechua-aymara. Una de sus integrantes, Laura Ramírez fue partícipe de esta ceremonia íntima, llevada a cabo en el patio de la casa de una de las familias descendientes de este pueblo aborigen, en un rito en el que se agasajó con distintos manjares a la diosa Tierra. Fiel a la tradición del norte andino, el rito de culto a la Pachamama en La Plata se inició con un hoyo cavado en la tierra por donde se introdujeron varias ofrendas cubiertas por una tela: espigas de maíz, granos de choclo, papas y otras comidas de procedencia natural, además de trozos de pan, varios dulces, botellas de chicha y aguardiente, tabaco y hojas de coca. Todo para “carar” (o alimentar) a la Madre Tierra. “Se trata de darle una muestra de agradecimiento por todo lo que nos da”, aseguró Laura, mientras aclaró el ímpetu por mantener sus tradiciones como pueblo: “Lo hacemos también para conservar esta ceremonia, que significa también conservar nuestra cultura”. Todo ese envoltorio luego fue cubierto con piedras hasta formar un montículo llamado “apacheta”. Ceremonias similares fueron repetidas por distintas comunidades aborígenes en el resto del país. Corrientes, por ejemplo, se sumó al ritual de la región litoraleña y en cada comercio, kiosco o mesas montadas en las esquinas, se podían ver botellas de caña con hojitas de ruda, invitando a beber con un cartel que prometía “ahuyentar los males y garantizar la longevidad”. Se concibe al hecho de aceptar el trago como una muestra de amistad y de solidaridad. La tradición de beber caña con ruda tiene su origen en la cultura guaranítica. Según la creencia, el rito surgió en la época de la conquista, con las grandes lluvias de agosto que provocaban enfermedades mortales. Como muchas aldeas quedaban diezmaban por las pestes, los chamanes nativos decidieron elaborar un remedio para paliar esta situación y así crearon esta combinación de hierbas con licor. Los sabios, sobre todo intrigados por el fuerte olor que despedía, decían que la planta de ruda macho alejaba la mala suerte y traía buena fortuna. Antes que Inti Algunos expertos aseguran que la veneración a la Pachamama es la más antigua de la región andina sudamericana, considerándola incluso anterior al culto a Inti, el dios Sol de los incas. En una de sus tesis doctorales sobre religiones indígenas americanas, Huaman Luis Alberto Reyes asegura que “en tiempos de los incas el centro divino cambió trasladándose al Sol, y el culto a la Pachamama fue oscurecido y desplazado”. Aunque aclara que la tradición sobrevivió porque “la dualidad inca permitía que lo alto y masculino tuviera su contraparte baja y femenina” y, además, porque “el culto oficial del Sol tenía un sentido elitista: correspondía propiamente a los hijos de Inti, no a los simples hombres del pueblo”. Los que creen fielmente en ella y la veneran conciben el rito de reverencia como sumamente necesario, ya que si no es agasajada como a ella le gusta puede provocar terremotos, sequías, inundaciones, granizos, huracanes, hambre y muerte. Por eso durante todo este mes, las comunidades indígenas del noroeste argentino, Chile, Bolivia y Perú continuarán rindiéndole culto a la Pachamama, con diferentes celebraciones populares que incluyen distintos espectáculos, danzas regionales, artesanías, desfiles con ropas típicas y degustación de platos típicos de las provincias del litoral.