GUALBERTO REYNAL


Gualberto Reynal, fue un investigador local, que en los '90 se convirtió en una figura magnética que alimentó mitos urbanos y generó por igual seguidores y antagonistas.

- Quiero anticiparles que lo que van a oír puede asustarlos… pero es la verdad. La Plata es una ciudad llena de misterios y oscuridades.

Dijo el viernes 22 de mayo de 1992 en la sala de la biblioteca del Círculo de Periodistas, sobre la calle 48 en La Plata. Donde estudiantes universitarios, aficionados a la historia, periodistas y autoridades de la casa se congregan atraídos por  la charla sobre “la historia oculta de La Plata”.

El lugar elegido garantiza cierto nivel académico, siendo el conferenciante un hombre de las letras y ocasional maestro de ceremonias en muestras de arte o eventos musicales que se llama Gualberto Reynal. (Su nombre real es Cloraldo Fidel Vallone).

Aquella tarde se presentó como “un modesto narrador de historias y leyendas” y aseguró que no venía a ocupar el lugar de los estudiosos de la “historia blanca”. Definió a esa clase de historia como aquel relato oficial que aparece en los libros y que disimula imperfecciones e incomodidades. Reynal, en cambio, dijo venir a contar lo que “algunos no quieren ver y que otros no se atreven”.

Lo suyo era casi una acción cívica porque, sostuvo: “el pueblo tiene derecho a saber”. Y lo que había que conocer, era, nada menos que la silenciada “historia negra de la ciudad” que él venía a desenterrar luego de haberla estudiado por largo tiempo.

El propio Reynal revela el punto de partida en el que hacen pie todos sus relatos: la ausencia de documentación fehaciente sobre el nacimiento de La Plata.

Su desenvoltura hacía presumir que llevaba años disertando ante auditorios. Tras las advertencias del caso, el disertante fue al punto: definió a la ciudad como un territorio de misterios, en donde existen evidencias de una conjura contra los platenses, tan antigua como la ciudad misma.

Advirtió que luego de investigar el asunto más de un año tenía un puñado de trascendentes “descubrimientos” para compartir a partir indicios observables en el propio trazado de la ciudad, la participación en la masonería -a la que Reynal inviste obsesivamente de un carácter tenebroso- de la mayoría de los principales actores de la fundación y otros sutiles, pero significativos, detalles de algunas esculturas en distintos puntos del casco urbano. La conferencia concluyó con un público entre sorprendido y perplejo y la promesa de Reynal de que antes de fin de año comenzaría a publicar sus hallazgos.

En efecto, seis meses más tarde, en diciembre de 1992, vio la luz el primer tomo de La historia oculta de la ciudad de La Plata, una publicación de 20 páginas que se ofrecía en quioscos y librerías.

En ella Reynal reveló un estudio numerológico de la traza urbana que demostraba la presencia recurrente de los números 6 y 13, vinculados con el demonio y la muerte. El autor también se hacía eco de una leyenda sobre acontecimientos supuestamente ocurridos tras los fastos de la fundación de la ciudad cuando una furibunda turba convocó a una bruja de Tolosa para maldecir la ciudad.

Finalmente, incluía la historia de las estatuas de Plaza Moreno, que, aseguraba, le hacen cuernos a la Catedral, a la que hasta amenazan con flechas imaginarias y rostros de faunos diabólicos. Incluso daba rienda suelta a la desconcertante hipótesis de que, debido a su pertenencia a la masonería, Pedro Benoit había diseñado la Catedral sin suficientes cimientos para que la obra no pudiera concluirse.

POETA CON SEUDÓNIMO

Aunque pocos lo recuerden, durante el siglo XX La Plata fue bautizada como “la ciudad de los poetas” debido a las tragedias e intrigantes historias que rodeaban a varios de estos artistas locales. Como la historia macabra de Matías Behety, que murió de tuberculosis en 1885 y a su cuerpo embalsamado se lo conoció como la momia de Tolosa, o los escritores que integraban la denominada “primavera trágica”, debido a sus repentinas muertes a muy corta edad. Proseguiría la llamada generación del 40, cuyo máximo exponente, Roberto Themis Speroni, murió un día antes de cumplir 45 años, provocando una gran conmoción en la ciudad.

Cercano a Themis Speroni y al grupo de jóvenes poetas que frecuentaban City Bell en los años 60, es en este último segmento, en donde se puede ubicar al escritor y poeta con el seudónimo Gualberto Reynal, apelativo que comenzó a usar para firmar sus textos en la década de 1950 y que con el tiempo se impondrá como un inconfundible sello para identificar al padre de los misterios platenses. 

Cloraldo Fidel Vallone nació el 28 de agosto de 1925 en La Plata. Era el hijo mayor de Pedro Vallone y la española Manuela Quirós. Además de escribir, fue profesor de letras y empleado administrativo y estuvo casado veinte años con la tucumana Griselda Sosa Bustamante, de quien se divorció en 1970. Con ella tuvo dos hijos: Gualberto y Sergio.

Durante varios años integró la comisión directiva de la Asociación Interamericana de Escritores (AIE), una entidad que se presentaba como apartidaria surgida en Buenos Aires a principios de los 70 con el fin de potenciar y unificar la obra de escritores del continente, pero no fue hasta 1985 cuando editó su primera obra de forma independiente: La poesía de Leandro Alem, un breve trabajo de 41 páginas que incluye una antología de textos del destacado político fundador de la Unión Cívica Radical.

En junio de 1986 vio la luz Los remolinos silentes del tiempo, presentado junto al referente de la Federación de Instituciones Culturales y Deportivas José María Prado y los dirigentes radicales Eduardo Apreda Picone y Fernando Acedo.

Pero su irrupción más visible en la vida cultural platense se produjo, precisamente, a través de entidades como La Casa del Tango o la Federación de Instituciones y se dio a principios de la década del 90, momento en el que Reynal se jubiló y decidió abocarse a sus enigmáticas indagaciones sobre la ciudad, dejando atrás el nombre Vallone que, aunque resulte extraño, ya casi no usó ni siquiera para realizar presentaciones administrativas y judiciales.

INVESTIGADOR DE MISTERIOS

Se había dado comienzo a la Sesión Ordinaria Nº 13 del Concejo Deliberante de La Plata del 29 de agosto de 1996, y en el orden del día llamaba la atención uno de los puntos a tratar: “Denuncia del vecino Gualberto Reynal por la demolición de las barandas de material del túnel existente en 51 e/ 19 y 20” que correspondía a un expediente iniciado en junio de 1993 por el propio Reynal. El investigador denunciaba en su escrito, adjuntando fotografías, que durante las obras de demolición del antiguo Regimiento de Infantería Mecanizada 7 que se estaban efectuando en la actual Plaza Islas Malvinas, se estaban tapando de escombros los accesos de un antiguo túnel.

Según el planteo del denunciante, existía una red de túneles en la ciudad que databa de la época fundacional. Uno de esos pasadizos recorría todo el eje fundacional desde el Parque Vucetich -conocido popularmente como San Martín- en calle 25 hasta el Ministerio de Seguridad provincial en calle 1, teniendo accesos desde los principales edificios públicos ubicados entre 51 y 53. La razón de su construcción, indicó Reynal, habría respondido estratégicos intereses políticos y militares ante una eventual intervención armada en la capital de la provincia.

La petición solicitaba que se hicieran públicos los planos de los túneles platenses y se reacondicionaran sus bocas de entrada, con la finalidad de que pudieran apreciarse esos vestigios fundacionales, además de servir como incentivo para el turismo local. En ese sentido, el investigador puso como ejemplo los tramos de corredores subterráneos de la época colonial que hay debajo del patio de la Manzana de las Luces en Buenos Aires.

Llevaba casi tres años insistiendo con el tema. Cuando supo que su denuncia sería finalmente tratada, el investigador presentó una ampliación en la que se refería a la existencia de una galería secreta que correría por debajo de diagonal 80 desde la Estación de Trenes hasta la iglesia San Ponciano y la Casa de Gobierno. Era la primera vez que en el municipio se abordaba a nivel institucional la discusión sobre la veracidad de una leyenda urbana, lo que implicaría la adopción de una postura oficial al respecto.

Los ediles debatieron el asunto a lo largo de dos sesiones de las que surgieron las resoluciones Nº 597 y Nº 834. En ellas se solicitaba al Departamento Ejecutivo, a cargo de Julio César Alak, que se encargue de ordenar una serie de estudios técnicos necesarios para corroborar la existencia y el estado en el que se encontraban los supuestos túneles y que se confeccionara un plano que permitiera demarcar sus accesos.

Los estudios solicitados no se concretaron. Sin embargo, cuando en 1997 un grupo de obreros que se encontraban trabajando en el Pasaje Dardo Rocha, descubrió accidentalmente cavidades en el subsuelo del edificio, la historia de los túneles resurgió con fuerza y la Municipalidad declaró oficialmente que el descubrimiento había sido en el marco de las resoluciones del Concejo Deliberante del año anterior, como una forma de conformar al creciente número de aficionados de los misterios platenses que Reynal se había encargado de alimentar.

En mayo de 1998, el investigador elevó una nueva presentación dirigida al Departamento Ejecutivo en la que requirió que se proceda a dar cumplimiento a lo estipulado en las resoluciones sobre los túneles emitidas por el Concejo Deliberante dos años antes. Nunca le respondieron.

A esta altura la figura de Reynal se había convertido en un personaje muy requerido por los medios de comunicación que contribuyeron a instalar su inefable figura. “¿Por qué no abren los túneles? ¿Temor? Hay orden de no abrirlos ¿Qué ocultarán? ¿Hay una historia pesada detrás de los túneles?”, fustigaba Reynal en esos días desde las páginas de la revista semanal Magazine al expresar su desconfianza en las manifestaciones oficiales.

EL ESTILO REYNAL

“Sereno, aunque con entusiasmo, al historiador local Gualberto Reynal le gusta cultivar el misterio, la duda, la pregunta sin respuesta o la sospecha. Bordea con placer lo prohibido. No confiesa –insinúa que no puede– si él mismo miró lo prohibido, pero deja traslucir que sí miró. Lo prohibido en La Plata, eso de lo que nunca se habla, eso de lo que no debe hablarse. Por ejemplo, dice que en La Plata hay ‘libros prohibidos’, que serían algo así como obras literarias molestas e incordiosas que revelan sucesos que se quieren mantener en secreto. Cuando se le pregunta quién prohíbe, qué poderes están detrás, se echa para atrás en el asiento y con la palma de la mano hacia quien le habla deja pedaleando un dudoso y abierto: ¡Ah!”. De esta manera presentaba la citada revista un encuentro con Reynal.

Reynal echaba manos a sus conocimientos de dramaturgia, actuación y dirección teatral -por haber incursionado en el mundo del teatro independiente en su juventud- para animar sus presentaciones ante público.

Diestro conocedor en la evocación de imágenes y sentimientos a través de la poesía, solía apelar en sus escritos al recurso de introducir la “voz del investigador” y “la voz del lector”. Habitualmente era un lector ingenuo que le preguntaba: ¿Pero Reynal, todo esto no se tratará de una casualidad? o ¿Reynal, me imagino que como siempre contará con las pruebas de sus afirmaciones no?

Reynal aspiraba a que sus investigaciones fueran consideradas con rigor académico, no obstante, era habitual en sus fascículos el empleo de títulos sensacionalistas y con abundantes signos de exclamación para llamar la atención.

Destacan entre ellos el artículo de agosto de 1993 “¡Arriba el telón!” en el que revelaba la presunta simbología demoníaca existente en algunos edificios públicos. En esa misma línea, un texto suyo de junio de 1995 en el que explicaba la presencia del número 666 en el trazado urbano rezaba: “¡Este cuadrado...! ¡Este cuadrado!”.

En el mundo universitario sus hallazgos siempre fueron vistos con recelo cuando no con desprecio. Alguna vez el historiador Fernando Barba llegó a calificar a Reynal como un “tarado quimérico”. Sin embargo, no faltan tesis referidas a La Plata que lo mencionan y, de ese modo, terminan por validar su trabajo.

OBSESIÓN CON LAS ESTATUAS

Si algo caracterizó a este personaje platense del siglo pasado, fue el gran poder de observación y sus inusuales interpretaciones históricas en lo referido al patrimonio monumental de la ciudad. En julio de 1994 Reynal lanzó el quinto tomo de su obra, en el que bajo el título “Estatuas que esperan su turno… estatuas decapitadas… ¡y una estatua presa!”, señalaba curiosidades sobre la historia de las esculturas de los espacios públicos, como la circunstancia de que la estatua de Bernardino Rivadavia estuvo “presa” dentro de la Casa de Gobierno durante muchos años, antes de ser instalada donde actualmente se encuentra, en la plaza que lleva el nombre del primer presidente de la Nación. Hecho que atribuía a un grupo de conspiradores y enemigos políticos del prócer.

A la teoría de las estatuas de Plaza Moreno, se le sumó otra sobre las estatuas ubicadas en el Paseo del Bosque, las cuales se encontraban vandalizadas y muchas de ellas habían sido decapitadas, lo que, según Reynal, había convertido al tradicional paseo público platense en “el Bosque del espanto”.

Fiel a su estilo de dotar con dosis de misterio sus historias, insistía que el ataque a las imágenes del Bosque formaba parte de una misma conspiración gubernamental que permitía que las estatuas de Plaza Moreno “ofendieran a la Catedral”. Tras la publicación en la prensa de esos planteos, el escritor tuvo que enfrentar a una demanda iniciada por la provincia de Buenos Aires, por entonces gobernada por Eduardo Duhalde.

La provincia tenía jurisdicción sobre el patrimonio artístico que ocupaba el territorio del Bosque. Por esta razón, la denuncia había sido promovida por el área provincial de Patrimonio que se consideró afectada por las reiteradas acusaciones del historiador.

Ante esa insólita presentación judicial, Reynal fue representado por el estudio jurídico Carrique-Mor Roig que integraba el actual concejal platense Javier Mor Roig. El litigio obligó al padre de los misterios a replegarse y, poco a poco, su voz y sus cautivantes historias se fueron apagando.

Atrás quedaron sus fieles y ávidos seguidores, en su mayoría estudiantes de la Facultad de Periodismo, a los que agradecería en su último libro por el interés que siempre mantuvieron por sus relatos ocultos de la ciudad.

Al repentino abandono de sus investigaciones en La Plata le siguió una oportuna mudanza a Mar del Plata. En 2002 fue una de las últimas veces que Reynal se presentó en público cuando, con 77 años, disertó en el Congreso de Historia Regional realizado en la Feliz y, ante un auditorio variopinto, desplegó su repertorio cargado de intrigas sobre masones, simbología diabólica y brujerías de la ciudad de las diagonales

SU APORTE AL MITO FUNDACIONAL

Su colección de misterios en fascículos llegó a un total de once entregas y terminó compilada en La historia oculta de la ciudad de La Plata, publicado en mayo de 1998, que rápidamente se convirtió en un libro de culto que hoy llega a ofrecerse en plataformas de venta de internet a un precio exorbitante para una autoedición de tipo casero.

Su obra ha inspirado a nuevos autores que lo han tomado como referencia tanto para seguir su línea como para desacreditarla. Sin embargo, poco se conoce su contribución al mito fundacional de la ciudad maldecida por una bruja para impedir su progreso.

Un minucioso análisis histórico a partir del rastreo de distintas versiones y autores permite observar que aquella versión original del mito platense adopta un nuevo formato a partir de los sucesivos trabajos de Reynal y termina por instalarse con fuerza. El autor sugiere que el día de la fundación la bruja tolosana se dirigió a la piedra fundacional, la maldijo para que ni Dardo Rocha ni ningún gobernador que lo sucediera pudiera llegar a la presidencia de la Nación.

Entre los adherentes a esa teoría debería contarse al parapsicólogo Manuel Salazar, quien en junio de 1999 realizó una ceremonia en el centro de Plaza Moreno para contrarrestar la maldición de la bruja de Tolosa.

El chamán, conocido como “Brujo de Duhalde”, giró alrededor de la piedra fundacional siguiendo la dirección de las agujas del reloj para contrarrestar la maldición. Reynal había indicado en sus fascículos que, para cometer su conjuro, la bruja había girado en el sentido contrario.

Aprovechando la postulación de Duhalde como candidato presidencial, Reynal dio vida a una novedosa versión del mito fusionando la leyenda de “la bruja” recogido en sus tomos, con otro relato tradicional conocido como “la maldición de Alsina” el cual decía que después de la repentina muerte del ex gobernador bonaerense Adolfo Alsina, en 1877, ningún otro mandatario provincial había podido llegar a la presidencia por la voluntad de “fuerzas ocultas”. Con el efecto de una verdadera maldición de campaña, el investigador eligió para lanzar el libro titulado ¿El maleficio de los gobernadores? publicado en 1999, con una portada que muestra a Duhalde de pie frente a un abismo, el mismo mes de las elecciones presidenciales en las que el caudillo de Lomas de Zamora perdió en las urnas frente al Jefe de Gobierno porteño Fernando de la Rúa.

El 21 de junio de 2013, a los 88 años, Gualberto Reynal o Cloraldo Vallone murió en La Plata, la ciudad a la que había dedicado sus desvelos y quijotescas contiendas.

 

Gabriel Darrigran

(*) El autor del texto prepara el trabajo "La conspiración del arte", en el que repasa y analiza la influencia lograda en la historiografía por Gualberto Reynal