«En torno a la fundación de la ciudad de
La Plata (1882) se han tejido —y se tejen— infinitas hipótesis. Desde muy
temprano se relacionó al escritor francés Jules Verne —autor, por ejemplo,
de La vuelta al mundo en ochenta díasy 20.000 leguas de
viaje submarino —con la nueva ciudad. Más tarde se sugirió una
sugestiva semejanza entre La Plata y una ciudad ideal descrita
por Verne. Repetida sin cesar, aún hoy en día esa historia está plagada de
interrogantes. ¿Qué unió realmente a Verne con La Plata? ¿Es La Plata la ciudad
ideal imaginada por el escritor francés? De ser así, ¿se ha señalado la ciudad
modelo correcta? Y, además, ¿qué relación tiene todo lo anterior con la tan
mentada masonería?»
«Otros dicen que Verne no predijo nada;
que Dardo Rocha y Pedro Benoit —diseñadores de la capital bonaerense— lo único
que hicieron fue leerse aquel libro y copiar la ciudad.»
Gloria Guerrero, Indio
Solari. El hombre ilustrado (2007, p. 25)
De entre los subgéneros narrativos que
derivarían en la ciencia ficción —historias sobre viajes extraordinarios,
relatos basados en temas esotéricos y la novela gótica—, la utopía
cientificista se destaca en el Río de La Plata por poseer un importante número
de cultores. Según Carlos Abraham, las narraciones utópicas se desarrollan en
la región «…sobre todo a partir de la publicación de Looking backward
or The year 2000 (1888) de Edward Bellamy…». Autores como Aquiles
Sioen, Francisco Piria, Eduardo de Ezcurra y Enrique Vera y González, a los que
se podría agregar el escritor chileno Francisco Miralles, dan a conocer novelas
de corte utópico —donde se presentan sociedades ideales— a fines del siglo XIX.
Hay, sin embargo, un detalle a tener en
cuenta. Antes de la aparición del «texto modélico» de Bellamy, en el Río de la
Plata se difundieron otras utopías cientificistas. Hacia comienzos
de la década del 80, la obra de Jules Verne era ya conocida en estas tierras. Y
tanta fue su penetración en ese momento que desde entonces y hasta el presente
su figura apareció vinculada con la fundación y la concreción de la ciudad de
La Plata.
Los comienzos
El 14 de noviembre de 1882, cinco días
antes de la fundación oficial de La Plata, El Diario —periódico
defensor del proyecto urbano y de la consecuente candidatura presidencial de
Dardo Rocha— en una editorial titulada «Obras son amores» negaba, a través de la
obra realizada, que se tratara de una ciudad «fantástica al estilo
Verne» como sostenían sus detractores:
«Los
literatos… que se nutren de la lectura fácil de las novelas modernas…
encontraron ocasión propicia para decir que La Plata es una ciudad fantástica,
una ciudad a lo Julio Verne… […] Ya nadie lo pone en duda; han desaparecido
los literatos romancistas que la llamaban la ciudad a lo Julio Verne.
Todos los que antes la negaban ahora están callados.»
Siete años después, en 1889 Santiago
Alcorta, el Presidente de la delegación argentina en la Exposición
Internacional de París (se festejaban los cien años de la Revolución Francesa),
informa sobre el éxito de la presentación del plano catastral de La Plata,
acompañado por fotos de los edificios públicos y por un texto de Emilio Coni.
El plano recibe una medalla de oro y la ciudad, siempre según Alcorta, es
calificada como «ciudad de Julio Verne». Entre los asistentes a la Exposición,
cuenta la tradición, aparecía Verne en su rol de urbanista.
Al cumplirse medio siglo de la fundación,
el diario El Día (19-11-1932) recoge las críticas iniciales:
«El día que se colocaba la piedra fundamental, no eran pocos los que
exclamaban: La Plata será un mito, una ciudad de Julio Verne», y las refuta
con la evidencia:
«Los
50 años han llegado y la ciudad de Julio Verne es un arquetipo de ciudad, la
más hermosa de las urbes argentinas. La fábula que imaginaban los escépticos…
es el prodigio real de la argentinidad»
Al principio una acusación de los
escépticos, poco a poco y con los años la eventual relación Verne-La Plata
se fue convirtiendo en un dato cuasi-histórico. Lo que había sido parte de un
argumento de orden político —con ciudad a lo Julio Verne se
buscaba empañar la intención de Rocha de llegar a la presidencia— se
metamorfoseó en un dato perteneciente a la historia de la arquitectura o del
urbanismo.
La bibliografía sobre el tema (con alguna
excepción) es unánime: La Plata fue diagramada en base a una ciudad de nombre
France-Ville descrita por Verne en su novela Los quinientos millones de
la Begún (París, 1879). Esta tradición perdura hasta hoy, a pesar de
que nunca se ha aclarado dónde, cuándo, cómo, quién la originó ni nunca se
justifica su pertinencia
Las hipótesis del contacto
Sugiramos
tres hipótesis que intenten explicar ese hecho.
1.- En algún momento de los años setenta Verne visita
la Argentina y se contacta con Dardo Rocha —el fundador— y/o con Pedro Benoit
—uno de los responsables de la confección del plano. En esa ocasión les hace conocer
o sus ideas o su escrito.
2.- En 1879 Aquiles Sioen —periodista
francés— publica en Argentina su utopía prospectiva Buenos Aires en el
año 2080. En su dedicatoria a Antonino Cambaceres —más tarde colaborador de
Rocha-Sioen reconoce su deuda con (la obra de) Verne. El libro es prologado por
Héctor Florencio Varela, amigo personal de Rocha, y director de la
revista El americano en París entre 1870 y 1875. La
incidencia sería indirecta: Sioen y/o Varela son posibles canales por medio de
los cuales habría arribado la novela o la idea de Verne al Río de la Plata.
3.- El higienismo. Esta corriente de
pensamiento, llamada también sanitarismo, aparece en Europa como reacción al
enorme e insalubre crecimiento de las ciudades industriales. Se preocupa,
durante el siglo XIX, de plantear reformas para un espacio urbano plagado de
problemas de habitabilidad. En el medio de congresos, publicaciones,
discusiones y proyectos, en 1876 el médico inglés Benjamin Ward Richardson
publica Hygeia. A City of Health, una ciudad ideal basada en un
esquema higienista. Verne declara que France-Ville está inspirada en Hygeia.
Muchos de los asesores de Rocha en el proyecto —como Guillermo Rawson, Eduardo
Wilde y Emilio Coni— eran médicos higienistas en contacto con esas ideas.
Hasta aquí, ninguna certeza.
Tal vez podría suponerse que los
sanitaristas argentinos —asesores del fundador de La Plata— conocieron
efectivamente la obra de Richardson y la de Verne. Pero aún así, el sanitarismo no
convierte en necesaria la relación entre La Plata y el escritor francés.
Obstáculos
Junto
a la ausencia de hipótesis convincentes sobre la conexión, aparecen otras
dificultades.
Por un lado, ¿por qué los proyectistas recurrirían a
la novela de Verne si contaban con un amplísimo corpus de conocimiento del que
podrían haber echado mano para sus fines? En Europa y América: las ciudades
ideales del Renacimiento, la cuadrícula colonial o damero clásico basado en las
Leyes de Indias, el plan de remodelación de Idelfonso Cerdá para Barcelona, la
ciudad higiénica de Chadwick (su discípulo fue Richardson), el falansterio de
Fourier, la ciudad barroca y posbarroca (el trazado era un eje monumental como
extensión del centro primitivo con diagonales tal como se da en Versalles,
Karslruhe, Londres diagramada por Wern en quien se basa Pierre Charles L´Enfant
para diseñar Washington). Y los antecedentes dentro del país: de 1826, el
proyecto de Santiago Bevans de una ciudad con diagonales, las propuestas de
Marcelino Lagos y Felipe Senillosa para reformar Buenos Aires (en 1867 y 1875
respectivamente), el plano de Adrogué proyectado con diagonales (1872).
Por otro lado, ¿en quién influyó Verne o
quién tomó como referencia su obra? Ningún dato avala que Rocha hubiera tenido
conocimiento de la novela de Verne. En cuanto a los otros responsables, aún no
hay consenso sobre el autor del plano ¿Lo diseñó un individuo o un grupo? La
magnitud de la empresa hace suponer que el plano fue realizado por el
Departamento de Ingenieros: se trató de una obra colectiva en la que
participaron ingenieros, agrimensores, arquitectos. Y aún si se atiende a las
versiones que remarcan la incidencia de un único director, regresa el
interrogante: ¿quién fue ese director? En esto tampoco hay acuerdo. Tradicionalmente
se le adjudicó la obra al ingeniero Pedro Benoit. Según el arquitecto Alberto
de Paula, Benoit nunca firmó ningún plano y se convirtió en «el autor» en 1889,
en la Exposición de París, al estampar su firma en una copia del diseño. De
Paula propone otros dos nombres propios en lugar de Benoit: quien comandó las
acciones dentro del Departamento de Ingenieros fue el agrimensor alemán Carlos
Glade a cargo de la sección Trabajos catastrales. Aunque, si bien Glade fue
responsable de la concreción del plano, especifica el mismo de Paula, la idea
provino del arquitecto argentino Juan Martín Burgos. Éste presenta su proyecto
«La nueva capital de la provincia» —una ciudad de planta cuadrada con
diagonales— a través del periódico El Nacional los días 27,
28, 29 de abril de 1882 y se lo envía al gobernador Rocha. El ministro D´Amico
anota en el dorso de la carta recibida «Téngase presente» y lo gira al
Departamento de Ingenieros donde se plasma con mínimas modificaciones.
La tarea de de Paula, en este sentido, es
excepcional por dos razones: rescata la decisiva figura de Burgos (y la
incidencia de Glade) contra una tradición poco menos que inamovible que
sostiene a Benoit como el autor del plano y, en segundo lugar, es el único
dentro de la bibliografía que no toma en cuenta a Verne como
un posible antecedente o como el inspirador de la traza de la ciudad.
Un nuevo elemento
A
pesar de los innumerables divulgadores (el epígrafe de este escrito da cuenta
de esa manía), sólo se puede afirmar que los ideólogos de La Plata adherían a
ideas sanitaristas al igual que Verne. Esto, como es evidente, no es suficiente
para conectar la novela con La Plata. No sólo existían decenas de antecedentes
para un proyecto semejante, sino que además fue una tarea arquitectónica
impulsada por múltiples actores.
¿Estamos, entonces, frente a una leyenda transmitida
de generación en generación o existe algún otro dato que permita relacionar la
novela de Verne con la capital bonaerense?
Según el investigador Eduardo
Sebastianelli si se toma en cuenta la incidencia masónica, hay dos líneas de
explicación para el origen de la ciudad: una señala la —ya enunciada— vertiente
higienista; la otra apunta a La Plata diseñada en base al modelo de la
Jerusalén celeste. Aunque la real ingerencia de la masonería en el proyecto y
en su concreción es aún discutida, resulta aquí central ya que permite
revisitar la conexión e identificar nuevos aspectos.
Revisemos la primera línea. El higienismo
fue impulsado en Europa, sobre todo, por masones. Jules Verne era masón —o si
por lo menos no él directamente, todo el círculo de su editor Hetzel sí. El
viaje hacia la Argentina en los años setenta (primera hipótesis sobre la
conexión), se trataría de Verne asistiendo a una convención masónica. Rocha y
Benoit eran masones iniciados. Y aceptando que no fuera Benoit el autor del
plano, Glade era masón. Juan Martín Burgos también. Los médicos asesores de Rocha,
excepto Coni, eran masones.
Una década antes de la fundación de La
Plata, Buenos Aires había soportado una terrible epidemia de fiebre amarilla.
Una cuarta parte de la población murió. Las pésimas condiciones de vida
favorecieron la difusión de la enfermedad. Médicos higienistas como Rawson y
Wilde lucharon contra la fiebre amarilla. La experiencia fue determinante para
que los parámetros sanitaristas predominaran en la planificación de la nueva
capital. Esos médicos —asesores de Rocha— eran en su mayoría iniciados en
logias argentinas.
Todos los integrantes de la Comisión
especial designada por Rocha para determinar el lugar de emplazamiento de la
nueva capital, masones.15 Héctor
Florencia Varela, prologuista del libro de Sioen, masón. Antonino Cambaceres a
quien Sioen le dedica el libro (y asesor de Rocha) también era masón iniciado.
Aquellos que habían ya realizado propuestas de modificación de la ciudad de
Buenos Aires, Marcelino Lagos y Felipe Senillosa, masones.
Casi la totalidad de los que participaron
en el proyecto de la nueva ciudad eran higienistas y masones. Quizá, estos
elementos mantuvieron a lo largo de los años la conexión nacida desde antes de
la fundación entre un Verne, ahora sanitarista y probable masón, y la ciudad.
El problema es que luego esa azarosa ligazón derivó en un dato repetido hasta
el hartazgo, pero nunca corroborado: La Plata tiene como modelo a
France-Ville una de las ciudades de la utópica novela de Verne Los
quinientos millones de la Begún. (O tal vez se dio una mecánica inversa:
alguien descubrió ciertas semejanzas entre la ciudad ficticia y
la real y recordó la inicial conexión). Sea como fuere, aceptemos
que La Plata está basada en France-Ville, ¿en qué se asemejan esas dos
ciudades?
En su segunda línea de explicación, Sebastianelli
asegura (como tantos otros) que en la novela «…Verne describe con asombrosa
exactitud una ciudad como La Plata, diseñada por médicos sanitaristas…».
…el
plano de la ciudad [France Ville] es… regular… Las calles, cruzadas en ángulos
rectos, están trazadas a distancias iguales… plantadas de árboles y designadas
por números de orden. De medio en medio kilómetro, la calle, tres veces más
ancha, toma el nombre de paseo o avenida… En todos los cruces de las calles,
hay un jardín público adornado con… esculturas… (Los quinientos millones de
la Begún, cap. X)
Se trata de una exactitud, por lo menos, desleída:
avenidas cada cinco (en La Plata cada seis) cuadras, calles ordenadas por
números, amplios espacios verdes, obras de arte, ambas ciudades ideadas por
sanitaristas.
Pero Sebastianelli para reforzar su postura agrega
otra semejanza fundamental sustentada también en la masonería: así como
France-Ville basa su diagramación en la Jerusalén celestial (un símbolo masón),
La Plata (diagramada por masones) repite ese esquema. ¿De qué esquema se trata?
Sebastianelli no lo aclara. El resto de la bibliografía se desentiende de
revisar la relación France-Ville-La Plata en base a ese modelo «celestial».
La prueba del triple recinto:
¿France-Ville o Stahlstadt?
René
Guenón (1886-1951) —especialista francés en símbolos sagrados y masón iniciado—
sostiene que la configuración arquitectónica de la Jerusalén celeste se basa en
«el triple recinto druídico». Un triple recinto druídico se puede representar:
por medio de tres cuadrados concéntricos y cuatro rectas que parten del
cuadrado central (figura 1), mediante dos rectas en cruz, cortadas por dos
rectas diagonales (figura 2), por medio de la superposición de las dos figuras
anteriores (figura 3).
Este esquema aparece en diferentes lugares
y en distintos momentos históricos —en la Acrópolis, en el Partenón, en el
claustro de San Pablo en Roma, en la Atlántida delineada por Platón y
hasta en la bandera del Reino Unido .
Pero, extrañamente, France-Ville no presenta la forma
de ese triple recinto. Es más, a contrapelo de lo que se ha sostenido por
décadas, los rasgos principales de la Jerusalén celeste no aparecen en la
descripción France-Ville sino en la de otra ciudad: su enemiga Stahlstadt.
En la novela utópica Los
quinientos millones de la Begún France-Ville es proyectada por el
médico francés Sarrasine. Éste, al acceder a una herencia millonaria, decide en
beneficio de la humanidad construir una ciudad que le haga frente al
hacinamiento, a la suciedad y a la enfermedad. El proyecto de Sarrasine se
realiza, pero en su camino se interpone el doctor Schultze, un malvado científico
alemán que se queda, por medio de una treta, con la mitad de la herencia y
construye Stahlstadt o la Ciudad de Hierro.
La Ciudad de Hierro es una gran fundición destinada a
crear las armas que destruyan a France-Ville. Esa oscura mole de cemento y
acero está compuesta por una muralla externa alrededor de la cual se extienden
vías ferroviarias en circunvalación (el tercer recinto druídico), una segunda
muralla interna tras la cual se sitúan los talleres de fundición y modelado de
hierro, sección surcada por calles numeradas (el segundo recinto), y un bloque
central donde vive Schultze (el primer recinto, que incluye una selva virgen),
todo conectado por medio de canales y de vías subterráneas que alcanzan a las
puertas exteriores.
Si se observa la traza de la ciudad de La Plata, puede
advertirse ese triple recinto propio de la imaginería masónica basada en la
Jerusalén Celeste (figura 4): a) un bloque central cuadrado formado por las
calles 7 a 19 y 44 a 60, b) un segundo bloque que iría de 1 a 25 y de 38 a 66,
c) la muralla externa o de circunvalación: de 32 a 72 y de 122 a 131 (con las
vías ubicadas a los largo de 72 y 122), d) si tomamos el triple recinto en su
forma estrellada (figura 2): las calles 7 y 13 en forma de cruz y las
diagonales 74 y 73 que las atraviesan.
Podría agregarse a favor de Stahlstadt modelo de La
Plata: la Ciudad de Hierro es levantada por Schultze después que France-Ville
con el fin de ubicarse a tiro de cañón para destruirla, así como La Plata fue
construida —obviamente— después que la ciudad de Buenos Aires, y en relación
con esto, un dato, por lo menos, curioso: Schultze construye su Ciudad de Hierro
a unas diez leguas de France-Ville o, lo que es lo mismo, a unos 50 km., una
distancia aproximada a la existente entre La Plata y Buenos Aires.
En todo caso, tal vez no sea aventurado
decir que las dos ciudades se relacionan con La Plata. El primer título que
Verne pensó para su novela fue Ciudad de Oro y Ciudad de Acero o
Historia de dos ciudades modelos. France-Ville es el ejemplo de ciudad
higiénica.
Pero en lo que respecta a la masonería y a
la traza de la Jerusalén celeste, no hay dudas: Sebastianelli y tantos otros se
equivocan. No es France-Ville la ciudad masónica modelo de La Plata, es
Stahlstadt.18 Los
personajes (inclusive los relacionados con France-Ville) reciben su
iniciación masónica dentro de Ciudad de Hierro: «Se decía que [en
Stahlstadt]… los obreros habían sido sometidos… a una serie de ceremonias
masónicas…» (Los quinientos millones de la Begún, cap. 7).
Conclusión
El tema es amplísimo y roza en ciertos
momentos, como no podría ser de otra manera, lo fantástico. Originada en una
disputa política, sustentada en una corriente de ideas —el higienismo— y
fortalecida a través de la masonería, la extraña conexión Verne-La
Plata fue siempre esgrimida y nunca corroborada con datos concretos.
Los que alentaban «una evidente relación» a partir de una semejanza textual-catastral siguieron acríticamente el curso de la tradición bibliográfica y en ningún momento dudaron que France-Ville fuera el modelo de la nueva capital. Por esa razón, y a pesar de las evidencias, nadie relacionó nunca La Plata con Stahlstadt. Parece tra
tarse de un olvido o
de un error razonable si se considera que en la novela de
Verne la eutópica France-Ville triunfa y la distópica Ciudad de Hierro perece.
De todas formas, conservar (tal cual está o
modificada) esa leyenda verniana repetida hasta el hartazgo implica una
revisión del tema o se impone su relativización definitiva.
Roberto Lépori – (Prof. en Letras – UNLP / Guionista – ENERC)